El club de lectura de los que odian los libros by Gretchen Anthony

El club de lectura de los que odian los libros by Gretchen Anthony

autor:Gretchen Anthony [Anthony, Gretchen]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2023-11-08T00:00:00+00:00


Diecisiete

3 días para el cierre…

Laney se quedó mirando el teléfono. Tenía que llamar a Tuck para hablar de la vuelta. El día anterior le dijo que el sitio web de la aerolínea no funcionaba y no podía hacer la reserva. Era mentira.

«¿Qué pasa?», le preguntó él, a lo que respondió «una tormenta espantosa», sabiendo que no era ni de lejos lo que le estaba preguntando.

Por la mañana le envió un mensaje: «He comprobado la web y funcionaba bien».

Eran más de las siete de la tarde y aún no se había atrevido a responder.

—Hola.

Tuck contestó al primer tono.

—Hola.

Silencio sepulcral. Los dos sabían que se avecinaba una tormenta, esta metafórica. Veían las nubes en el horizonte y notaban cómo descendía el punto de rocío. Iba a ser fuerte.

—¿Qué puede haber tan terrible que prefieres mentir y decir que estás atrapada a volver conmigo? Nunca querías volver a casa, ¿y ahora no quieres irte de allí?

Nadie definiría a Tuck por su astucia, y mucho menos Laney. Era simple y su interés por lo que pudieran pensar o decir otras personas, tan fino como una cáscara de naranja. Pero esa vez tenía razón: Laney no quería volver, y ni él ni su matrimonio ni su vida juntos bastaban para llevarla de vuelta.

Intentó explicárselo.

—No es tanto lo que hay como lo que falta. Tuck, mi familia está pasando por un mal momento. Si me marchara sin que todo esto se solucione, me sentiría responsable.

Tuck le preguntó qué significaba eso, cómo se podía solucionar y cuánto iban a tardar. No lo sabía ni trató de calcularlo. Todo era muy complicado y, de alguna forma, no definirlo, no ponerle límites, le hizo sentir que estaba haciendo lo correcto y le dio fuerzas.

—Eres un desastre —dijo Tuck entre dientes.

Lo dijo para herirla porque estaba herido. Laney siempre había sido la barrera que lo protegía del desastre, la que lo evitaba siempre que podía o lo arreglaba cuando sucedía. No tenía permiso para ser ella la causa.

—Yo no lo creo. —Se puso recta y notó un subidón de energía con el cambio de postura—. Somos un desastre los dos. Nuestra relación es un desastre. Pero yo no.

Miró por el escaparate hacia la fiesta que había al otro lado de la calle.

—De hecho, puede que esta noche salga a bailar.

Como es comprensible, a Tuck eso le pareció una forma de admitir que se quedaba en Minneapolis para continuar con la aventura amorosa de la que ya empezaba a sospechar. Solo dejó de acusarla cuando Laney amenazó con poner a su madre al teléfono para que diera fe de su comportamiento.

—Tengo que ir al baño cada diez minutos y me acuesto a las nueve todas las noches. ¿Tú crees que puedo tener sexo desenfrenado?

—Como quieras —dijo al rato—. Pero vuelve aquí, Laney.

A Thom le dolían la espalda y las caderas, y por primera vez la KO no estaba hasta la bandera. Era martes. Había gente, pero el viernes y el sábado tuvieron que cerrar el acceso. Le apetecía sentarse un rato.

Quizá



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.